¿Cómo llegué a preparar Whisky?
De hecho, empecé por negocio, pero no relacionado al whisky sino a la cerveza.
Con el boom de la cerveza artesanal, allá por 2018 en una calurosa tarde de verano en Buenos Aires, le dije a mi hermano mayor -Che, ¿y si nos ponemos a hacer cerveza artesanal?
Me respondió que no, pero seguimos hablando del tema.
Al poco tiempo le caí con otra idea -Che, ¿y si nos ponemos un bar?
Obvio que me volvió a decir que no.
-Che, ¿y si enlatamos cerveza?
Eso sí fue algo que le gustó, y me dijo que si. Yo creo que por su profesión de ingeniero y como era con maquinaria le gustó la idea.
Fuimos pioneros en ese negocio, los primeros enlatadores móviles de cerveza artesanal en Buenos Aires. Y gracias a ese negocio conocí las fábricas cerveceras más importantes de la ciudad. Probamos de todo tipo, y los cerveceros se ganaron toda mi admiración. ¡Quería saber más!
En 2020 me mudo a Chile, ya con casi dos años entre latas y barriles de cervezas obvio que tenía que seguir el legado pero en otro país. Pero entonces llegó la pandemia y ese plan no se pudo concretar.
Me puse a estudiar, ¿a parte de trabajar qué más se podía hacer en pandemia?
Vengo del periodismo y del marketing, por eso siempre quise entender las historias que hay detrás de las cosas, cómo se hacen, qué se necesita aprender, y si puedo hacerlo con mis capacidades.
La diplomatura en bebidas destiladas fue un antes y un después en mi cortísima carrera fermentativa. En la Universidad Técnica Nacional de Buenos Aires dictaban este primer curso avanzado en elaboración de bebidas. De hecho, fui parte de la primera camada.
Todo a distancia, pero con el alambique ya en mi casa todo se hizo más que práctico, y desde ahí nunca paré. Con él destilé brandy, pisco, gin, y aguardientes que todavía no sé cómo llamar. Cada destilación era un experimento, un intento por capturar lo que antes sólo podía comprar en supermercados.
Y así llegué al whisky. No por tradición ni por moda, sino porque es, para mí, la expresión más completa de todo lo que aprendí antes: fermentación, destilación y paciencia.
El whisky te obliga a entender el proceso entero, desde el grano hasta el líquido final, y todo lo que está entre medio. La fermentación es un mundo que se rige por sus propias leyes. La destilación es magia, es alquimia, es arte. Y la maduración te conecta con algo ancestral, que no se puede describir más que con un sorbo de un aguardiente de cebada altísimo en alcohol, que después de años sale cambiado.
Trabajo con fermentaciones experimentales, distintos tipos de barricas y condiciones de maduración. No busco una receta perfecta, sino entender cómo cada variable cuenta una parte de la historia del whisky. Esa búsqueda es lo que me trajo hasta acá, y lo que mantiene encendida la curiosidad con la que empecé.
Gracias por suscribirte.
Estás aquí, en el verdadero comienzo.
Y por las dudas, no te vuelvo a ver hasta el lunes siguiente, cuando uno de ustedes se quede con mi primera botella.
John Cook Distillery, from the lands and the hands of Patagonia, Chile.
